La importancia del coleccionismo

07.07.2020

Por Alejandra Pintos

Si se piensa en un coleccionista, probablemente una de las imágenes que se le vengan a la mente será la de un millonario excéntrico con decenas de obras de arte en su mansión. Y, si bien es verdad que los hay de esos y de los que compran arte como inversión -de la misma forma que se compran bienes raíces- el mundo del coleccionismo es mucho más amplio. No se trata de algo reservado a la clase alta, a la burguesía, sino de un interés, vínculo y compromiso con el arte que trasciende esas distinciones. Se estima que existen entre 8 mil y 10 mil coleccionistas que adquieren obras artísticas en galerías y ferias de arte como Art Basel en Brasil, FIAC en París o Zona MACO en México.

Hay ejemplos icónicos a lo largo de la historia, como la familia Médici, Gertrude Stein o Peggy Guggenheim, que a través de la adquisición de obras han apoyado la carrera de diversos artistas y que, además, han tenido ese impulso casi arqueológico de generar una memoria, de archivar y ordenar las obras. "El rol legitimador se une a la difusión y circulación de la obra y esto le otorga al coleccionista el lugar de agente en el campo del arte", explica Fernando López Lage.

Quienes compran, no solo lo hacen para disfrute personal, sino que las colecciones viajan, se exhiben, construyen edificios para albergar las obras. En este siglo se incrementó el hábito de exhibirlas; los coleccionistas han vuelto a descubrir un rol participativo en la génesis de proyectos y en la cercanía de los autores. 

Si bien no es la intención de la nota hablar del mercado del arte, ya que esto implicaría un abordaje desde su especificidad por su complejidad de manifestaciones estratégicas y simbólicas, es importante también entender el coleccionismo como un capital artístico, donde las motivaciones oscilan entre el símbolo social y la inversión segura.

Comparado con el arte que ha recibido "el consenso de los siglos", el arte contemporáneo se presenta con una vulnerabilidad que maximiza la incertidumbre y la especulación sobre la dimensión que podrá adquirir potencialmente la obra. La legitimación del valor se da entonces por la intervención de diversos agentes, además del artista y el propio coleccionista, como galeristas, marchands o art dealers (comerciantes de arte), advisors (consejeros de coleccionistas), auctioneers (subastadores), peritos, entre otros.

Otra característica de lo contemporáneo es la ampliación de soportes y el carácter efímero de algunas creaciones, que también lleva a que se desarrollen nuevas formas de coleccionismo. El sponsoring aparece así como una nueva forma de mecenazgo, que implica un mecanismo donde el coleccionista adquiere un rol de productor ejecutivo, público o privado, o incluso asociados, y le otorga medios financieros a artistas para la realización sus obras.

En Latinoamérica sobre todo, los coleccionistas incluso han suplido las carencias del Estado a la hora de comprar obra o generar espacios, eventos y material de difusión. "En muchos casos se anticipa a lo institucional, ya que tiene la posibilidad de acceder primero a aquellas obras que luego la institución académica considerará relevante", sostiene López Lage. En ese sentido, la Colección Patricia Phelps de Cisneros, es pionera en seleccionar obras de la abstracción geométrica y además, cuenta con diez mil obras del siglo XIX, objetos y libros. Ha cumplido una labor educativa y de comunicación invalorable para el arte de esta región, organizado exposiciones, editado libros. 

A nivel local, es imposible no hablar de la colección Engelman-Ost, que surge en la década de los sesenta y que hoy representa una memoria de lo que ha sido (y es) el arte contemporáneo uruguayo. Según contó Clara Ost a fac, fue algo que se dio naturalmente, e incluso, no se consideraba coleccionista hasta que otros empezaron a decirle que lo era. En 1963 compraron una pequeña escultura de María Freire y allí se abrió una puerta que nunca se cerró. El matrimonio fue incorporando obras a su hogar hasta que en 1994 decidieron acondicionar una planta donde funcionaba la clínica de neurofisiología de Carlos Engelman y abrir al público en ciertos horarios.

"No había un lugar donde se exhibiera arte contemporáneo, entonces la gente nos llamaba y nosotros abríamos las puertas de nuestra casa", cuenta. Allí empezaron a organizar actividades, presentaciones de libros y muestras. Cuando llegó la crisis de 2002 cerraron la clínica y acondicionaron la otra planta, dedicando el edificio al arte. Actualmente tienen 1500 metros cuadrados de exposición.

Para Clara Ost: "El arte es una manifestación del ser humano que pertenece a la humanidad. Eso hay que mostrarlo, hay que compartirlo, hay que hacerlo conocer. Ya lo he dicho, no quiero que el artista muera dos veces: una es la muerte física y otra es el olvido de la gente. No tenemos derecho a hacer eso y tenemos que trabajar para que eso no se produzca. No es una tarea fácil, recae en los hombros dos personas grandes, pero seguimos con la misma fuerza y con el mismo empuje porque esto es parte de nuestra manera de ser".

Los coleccionistas que investigan, que se vinculan, que difunden, que generan espacios, ocupan un rol vital en el mundo del arte. "Es un proceso en el que hay formación, educación, un contacto directo con el tema. No solo vamos a las muestras o a los museos con el afán de adquirir, sino con el afán de conocimiento, con la idea de que tenemos que participar, ver lo que la obra nos comunica, ver lo que el artista y su obra representan de la época en la cual estamos transitando y viviendo. O sea que estamos vinculados al contexto, a la información que se dispone a través de revistas, libros y cursos, es una formación permanente. En el encare de lo que vamos eligiendo, y en la vida en general, somos personas de asumir riesgos. Voy a suscribir a una frase que me gusta mucho de Mark Rothko que decía que para él el arte es una aventura en un mundo desconocido que puede ser explorado solo por quienes se animan a asumir el riesgo. No es que hayamos decidido hacer una colección, es una actitud de vida. Es una de las cosas que nos mueven. También la memoria, por una cuestión personal de la familia, me interesa mucho. No somos creación espontánea, sino que estamos vinculados a etapas anteriores que van generando conexiones y eso influyen en la manera de hacer actual para influir en el quehacer futuro", sentencia Ost.