Acerca de Tomar la palabra en CCE - Entrevista a Teresa Puppo
Por Alejandra Pintos
El agosto pasado inauguró RIP, una exposición de la colectiva COCO en el Centro Cultural España que busca evidenciar la inequidad de género intrínseca a las artes visuales. Pero, como explican en la muestra, no alcanza solo con señalar y mirar hacia atrás, sino que es necesario proponer para generar un cambio.
En ese contexto el CCE habilita en la antesala a RIP un espacio llamado Narración, que busca "habilitar algunas de esas voces ausentes en nuestra narrativa artística". Durante dos meses se sucederán tres muestras dedicadas a artistas queer, artistas afro y un espacio para reflexionar sobre los pueblos originarios.
Tomar la palabra está vinculada con ese último tema y se extiende hasta el 30 de noviembre. Fue curada por la artista visual y escritora Teresa Puppo. Conversamos con ella sobre la muestra.
¿Cómo terminaste de armar el puzzle entre tus obras y el resto de las obras de las mujeres que completan la muestra?
Están las obras de Lacy Duarte, Nelbia Romero y Ana Aristimuño. Ellas cuestionan lo mismo que yo cuestiono, que buscan traer al presente lo silenciado, el tabú, lo que nosotros recibimos en la educación. Como la negación del genocidio charrúa, como los versos de Zorrilla, que tienen una imagen del indio súper xenófoba. Lacy Duarte en esta obra, Recurrencias, coloca las fechas del "descubrimiento" de América, del genocidio indígena y del golpe de estado en Uruguay; y está todo lleno de ataúdes. Ella trae la agresión. Es súper fuerte. También la de Ana, que se saca sangre y con ella escribe los nombres de sus ancestros.
No hay muchos artistas en Uruguay que hablen de este tema. ¿Te hubiese gustado poder explorar algún otro ángulo?
Desde la mirada arqueológica de lo indígena se podría hablar mucho más, pero a mí me interesaba lo antropológico. Para mí la cuestión no está tanto en el rescate de lo charrúa en sí, sino en lo que sucede hoy con la gente que es descendiente de indígenas. En cómo influyeron esas cosas muy brutales que hubo, como separar a las mujeres de sus bebés y regalarlos a estancieros o gente que quería sirvientes.
¿Cómo se vinculan tus obras con los orígenes indígenas?
Tomar la palabra, el video de las entrevistas a descendientes de indígenas, lo empecé a pensar en 2017, en 2018 hice las entrevistas y en 2019 lo edité. Esa es una obra en proceso, las entrevistas siguen, ya realmente la gente se acerca porque le interesa pronunciarse, decir lo que piensa. En el video del ADN, El legado de Antonia, yo ya tenía la certeza de que tenía una ascendencia indígena y quise, como homenaje a mi abuela, confirmarlo. Me hice el análisis y estuve con la gente de la Facultad de Humanidades, el departamento de Antropología Biológica, y ellos fueron súper amables. Les conté del proyecto, que iba por ese lado, y les propuse hacer un video. Se dieron intercambios súper interesantes. El último video, El ñandú come cosas brillantes, es un registro de 2015, también en homenaje a mi abuela y a la memoria. Viajé al sur de Córdoba, a la Pampa, de donde era ella. Ahí no tenía hecho el análisis pero estaba segura. Fui a buscar unos lugares muy salvajes, donde hay arenales y trillos, que dejaron los indígenas de tanto caminar por la misma senda. Todavía están, todavía se ven y están marcados. Entre esas imágenes que conseguí allá en Argentina, del lugar de donde era oriunda mi abuela, y los textos, que son textos que recopilé de los nietos y los bisnietos a los que les pedí que escribieran algo que les hiciera acordar a ella, con eso armé todo.
El tema de la herencia familiar es algo muy presente en tu obra, ¿verdad?
Sí, yo estoy trabajando con el tema familiar pero también se extiende a lo social.
Es un punto de partida.
Es un punto de partida que se extiende. Las identidades indígenas son algo que está invisibilizado en Uruguay y el Río de la Plata. Es donde está ese mito de que somos todos descendientes de los barcos, europeos. Yo, de hecho, tengo ascendencia y ciudadanía italiana. Pero la ascendencia indígena se niega como algo que no está bien. Gilles Deleuze dice que cada formación histórica ve todo lo que puede ver y dice todo lo que puede decir. Lo que vemos ahora no es porque seamos más visionarios y clarividentes, es porque hay determinadas coyunturas socioculturales que nos dejan ver algo que antes estaba oculto o que generaba culpa, miedo o vergüenza. Hoy esas cosas se pueden ver, nombrar, podemos hablar de ello y me parece importante visibilizar todos estos temas.
¿Por eso el nombre Tomar la palabra, que lleva tu curaduría?
Por eso Tomar la palabra. Tomar la palabra es hablar de la memoria, de lo que no se dice, lo silenciado.
Como mencionás, son pocas las personas que se autoidentifican como indígenas en esta región y que tienen la inquietud de averiguar más de ese pasado. ¿Creés que las generaciones más jóvenes están cambiando eso?
Hoy en día hay otra mirada entre las generaciones más jóvenes. Creo que entre los más viejos, digamos, hay una culpa, una vergüenza. Eso es la violencia epistémica. Hay algo que es tabú, que está mal, de lo que no se puede hablar y eso genera que lo quieras ocultar. Incluso en la muestra hubo un grupo de mujeres en la muestra y en un momento una le dijo a otra: "Mirá, esto es como para vos". Insinuando que la otra tal vez tenía un descendiente de indígenas en su árbol genealógico. Todos giraron a mirarla y ella contestó: "Bueno, pero a mí no se me nota". Se notaba que estaba muy incómoda. De repente no le parece mal en otro, que sea descendiente de indígenas, pero no quieren quedar en evidencia. Quedar en evidencia quiere decir que te ven, y es algo que no quieren que se vea.
¿Cómo fue para vos en lo personal estas obras?
Empecé a trabajar este tema en el 2000 y me costó mucho encontrar a dónde era que quería ir. Trabajaba con la familia, con las mujeres de la familia, siempre estaba mi abuela presente, hice muchísimos retratos de ella. Al escribir una historia apócrifa de mi abuela y en la investigación que empecé a hacer cuando ya tenía las cosas más claras, que está en mi blog, empecé a entender. Estaba trabajando sobre algo que para mí también era tabú, había algo que siempre me llevaba para ahí. Como dice Alicia Werba: "Lo indecible en primera generación se transforma en innombrable en la segunda y en un impensable en la tercera". Son cosas que se transmiten y van quedando atrás en la memoria y no podés siquiera pensarlas.
Nelbia Romero (1938- 2015)
Nombre obra: Sal-si-puedes
/ "Me interesa abordar el efecto historicista de esta obra en la que se introducen documentos de archivos a fin de traer al presente aspectos irresueltos del pasado. No, por supuesto, con la intención de resolverlos, sino, justamente, a fin de señalar su latencia y conflictividad. Esta historia establece una relación entre el mito de un país blanco, sin indios, y la masacre. Tanto la matanza como la importancia de los charrúas en la cultura uruguaya han sido desestimados reiteradas veces desde posiciones liberales, que presentan el extermino como una confirmación de los 'valores nacionales' o de la 'civilización'. Andrea Giunta
Lacy Duarte (1937-2015)
Nombre obra: Recurrencias
/"La memoria es única y múltiple. Al mismo tiempo pertenece a cada persona y a toda una sociedad, no hay posibilidad de disociarla. Por eso, encarar de frente un pasado común puede restituir a cada ciudadano, individual y socialmente, la capacidad de reconocer su identidad, aquella que trae marcada en su ser por la historia de sus ancestros. María Amelia Bulões
Ana Aristimuño (n. 1969)
Nombre obra: Búsqueda
Año obra: 2019
/ "Me han enseñado la historia desde el lugar de la dominación, hasta hace pocos años he creído que los indígenas habían sido extinguidos, que la cultura que me abarcaba era europea (...) Este es el inicio de esta búsqueda, de la posibilidad de concebirme más allá de estereotipos hegemónicos, de encontrar que este es el momento y el lugar de buscar y encontrar". Ana Aristimuño
Tomar la palabra continuará exhibida en el Centro Cultural de España en Montevideo hasta el 26 de noviembre de 2020, pudiendo visitarse de 11 a 19 horas.